Mi fin
de semana fue de esos "mexicanezcos" que me encantan, que me llenan
el alma por el folclore que encuentro.
A un
principio mi plan del sábado resultó como lo planeé: me desperté temprano y
quedé de ver a mi amigo a las
8:30 en metro Polanco, de ahí
fuimos a no sé dónde cerca del centro (porque nunca sé dónde, mi sentido de la
ubicación es el peor ya que aún me sigo perdiendo en el Tec) y compré mi
proyecto de laboratorio de circuitos que parecía un juguete Mi Alegría
pues era una fuente de voltaje múltiple ya diseñada y lo único que tenía que
hacer era armarla. Cuando la compré me emocioné mucho, tal y como se emociona
un niño con un nuevo juguete. Pero la emoción no terminaba ahí ¡Oh no! Fuimos
de no sé dónde cerca del centro hasta el monumento a la revolución y después al
centro (el centro para mí es después de Reforma cuando se empieza a sentir un
flujo denso de personas... en adelante). Desde ahí me di cuenta de los
preparativos para la noche de Halloween. Y el motivo de mi gran emoción son los
deliciosos y exquisitos y maravillosos y amigables pulques (bueno, curados
porque no soy tan macha) de la pulquería "Los Duelistas" ubicada en:
está Bellas Artes y enfrente enfrente hay una calle (sé que en una esquina hay
una zapatería la cual su nombre desconozco pero recuerdo que me causó mucha
gracia, y cerca está Sanborns) y caminas y caminas y caminas hasta que llegas a
no sé qué calle (reitero que no soy ubicada) en donde en la esquina hay un
café, y enfrente una tienda de utensilios de cocina y muy cerca un "Mi
Mercado", dar vuelta a la derecha. Ahora sí me tuve que aprender cómo
llegar (ya que siempre mi amigo me llevaba) debido a que yo sería la guía en la
noche para llevar a otros amigos a tomar pulque. Bueno, en fin, entonces ahí
está la pulquería (enfrente de "Mi Mercado") y el menú del sábado
fue: curado de avena (mi sagrado favorito), de mandarina, de cajeta, de oreo, y
no me acuerdo qué más porque debido a la empachada que me metí el sábado pasado
(con curado de maracuyá, guayaba, piñón, y mi sagrado favorito, avena) decidí
medirme como buena dama.
Posteriormente
fui a la Ciudadela (no sé cómo llegué ahí, si en metro o caminando... Según yo
en metro porque como que sí está lejos del centro, creo) y entonces ocurrió
otra de mis grandes perdiciones y pecados capitales extracurriculares
¡¡¡ARTESANÍAS!!! Muchas de ellas, increíbles, coloridas, hermosas, de llorar de
la emoción y de lo caras que están en ese lugar y más cuando me ven cara de
gringa. Y ahí fue donde me encontré con Cam, Pau, Esteban (y su novia que no
conocía pero había escuchado de ella, es prima hermana de Mariana Portal. Me
cayó muy bien), Sebastián y pues llegamos Rafa (mi amigo) y yo.

¡Ah! ¡Se
me olvidaba! Me acabo de acordar que antes de la Ciudadela fui a comer otra de
mis muchas perdiciones además de las que llevo mencionadas ya. Y se trata de
pan. Pan, pan rico, pan rico y delicioso, pan rico y delicioso y sabroso, pan
rico y delicioso y sabroso y recién horneado, pan rico y delicioso y sabroso y
recién horneado y barato. Etcétera. Siempre en el centro veo a gente caminando
con cajas envueltas en un papel azul (estilo talavera) que evidentemente parece
que proviene de una panadería famosa. ¡Tenía muchas ganas de ir ahí a saciar mi
exceso de dieta! Rafa tenía una comida familiar del día de muertos y tenía que
comprar el pan de muerto. Entonces fuimos a esa famosa panadería (que la verdad
no sé dónde está) la cual ni su nombre me aprendí, pero ¡tiene dos pisos! En el
piso de arriba hay millones de pasteles gigantes de diferentes formas y sabores
(disque, porque cuando son así todos me saben a merengue) había pa' la boda,
pa'l cumpleaños, pa' la quinceañera, pa'l bautizo, para la graduación, para la
primera comunión, etc. etc. etc. En la parte de abajo había una variedad
inimaginable de panes (los cuales sentía la necesidad de probarlos todos) y
elegí un garibaldi con cajeta y me lo comí mientras esperábamos 30 min Rafa y
yo a que saliera el pan de muerto del horno porque ya se había acabado todo. Y
empecé a sentir a la muerte llegar... Todos estaban endemoniados, con pinzas en
sus manos y escudos (charolas) para comenzar el ataque para ganar el pan de
muerto recién horneado (pues para una lucha así me imagino que debía estar muy
bueno). Y así fue, llegó el pan y hubo guerra. Y me porté como turista porque
no reaccioné ante la disputa, no agarré ni un pan. Pero me preparé para la
segunda guerra que comenzaría disque después de quince minutos, cuando saliera
la segunda tanda de pan. Pero como gente civilizada, nos hicieron formarnos y
todos recibimos felizmente nuestro pan de muerto... Y lo probé ¡santo D-OS!
¡Qué sabor! Éste año había probado dos panes de muerto: uno de la comercial
mexicana que sabía a pan de reyes y uno que vendieron el viernes en el Tec en
la celebración de Halloween (el cual me gustó pero no me supo al verdadero pan
de muerto) pero finalmente probé este y ¡comprendí el motivo de la guerra!
Estaba esponjoso, dulce y tenía ese grandioso toque de naranja. Y fui feliz.
Bueno
entonces Ciudadela. De ahí fuimos al centro (a una taquería que hacía atributos
a toros y eso me disgustó además de que el dueño parecía un papá mi rey) y
comimos (después de tomar cinco vasos de pulque, un garibaldi de cajeta y un
pan de muerto). Yo pedí un volcán con queso y nopales (porque me encantan),
finalmente Rafa se fue a su comida del día de muertos (donde habría un concurso
intrafamiliar de calaveritas literarias, el cual le quedó muy bien). Y ahí me
enteré que teníamos que ir al zócalo a visitar la ofrenda para "la materia
de Reyna que valdrá ¡4 series! ¡4 series!" ¡Tonto aquel que no vaya al
zócalo! Y me pareció grandiosa la idea porque escuche que habían varias
ofrendas expuestas en el zócalo y desde antes tenía ganas de verlas. Pero me
equivoqué, llegamos y no habían varias ofrendas. Sólo había una gran ofrenda la
cual me causó desagrado. Con tantas cosas bellas que tenemos y tantas
maravillas no me causó impresión ni gusto alguno, sino todo lo contrario. Lo
que sí es que era muy grande, debía de serlo, dada a la cantidad de gente que
comenzaba a llegar "a la gran celebración del día de muertos celebrada en
la noche de Halloween" y ahí me comencé a engentar. Pero estaba dispuesta
a quedarme para ver el desfile de Catrinas las
cuales se veían en las calles tan bellas... Pero nadie quiso quedarse,
prefirieron ir por pulque (sí, dos veces fui a la pulquería aunque la segunda
vez no tomé) y me criticaron por lo lejos que estaba y por lo "mala
muerte" que era. Primer enojo de mi día, tenía muchas ganas de ver el
desfile pero pues tampoco me podía quedar sola ahí. Cerraron todas las calles y
tuvimos que caminar hasta Reforma en donde tomamos un Uber y fuimos a Condesa a
tomar pox (el cual nunca lo había probado) ¡y me encantó! Resulta que esta
bebida es producto de una de las soluciones que se promovió por ciertos
intelectuales (según Esteban) debido a la sobreexplotación que hay en el agave
por la gran demanda de las famosas bebidas que hay actualmente (pulque, mezcal,
tequila). Sentí un poco de culpa y me pregunté cuantos agaves he matado por la
cantidad de pulque que he tomado. Entonces el pox viene de la caña de azúcar,
del trigo y del maíz que se supone que hay mayor producción de estos. Tenían de
varios sabores y me gustó el de Esteban que era de canela pero preferí pedirme
uno clásico.
Decidí
modificar mi lista de gustos de alcohol mexicano: en primer lugar el pulque, en
segundo lugar el pox, en tercer lugar el mezcal, en último lugar el tequila y
la cerveza ni siquiera entra en mi categoría porque no me gusta. Sólo me falta
probar el agua ardiente.
Después
fuimos a cenar a la cervecería (en donde evidentemente no pedí cerveza) y
finalmente recibí mi primera proteína en todo el día la cual ansiaba y disfruté
mucho (pescadito a la plancha con ensalada después de toda mi mala alimentación
del día). Ahí llego Bere y todos convivimos agradablemente. Disfruté mucho la
plática profunda que tuvimos de varios temas "de la vida" (muchos de
ellos sobre el sistema de educación actual y del Tec).
Para
acabar mi fin de semana mexicanezco, el domingo me levanté temprano (después de
tres semanas de desvelarme por exámenes parciales) y fui a Teotihuacán y pasé
el día ahí. Desayuné mi sagrado curado favorito de avena y una gordita de queso
con nopales (porque me encantan) para rematar mi "buena disciplina"
de alimentación.
Cómo
disfruté este fin, fui feliz y recuperé la energía que alimenta al alma (porque
moría de cansancio físico). No aproveché del todo la celebración del día de muertos,
me faltó pasión... Me gustaría pasar el próximo año el día de muertos en algún
pueblo o cualquier lugar fuera de la ciudad donde considero que le dan mayor
importancia a esta rica celebración mexicana.
Escrito por Lyann Jafif Nahmias
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