lunes, 3 de octubre de 2016

"¡Ay!, qué hueva"


Últimamente he notado la frecuencia con la que la gente, como algunos familiares míos, utilizan este enunciado. La palabra hueva, personalmente, me parece despectiva, una palabra de cinco letras que menosprecia la vida... la vida de aquel que se expresa con ella.

No culpo a aquellas personas que la usan, simplemente siento lástima por la ignorancia en la que están sumergidos. No estoy eximiéndome de aceptar que esta palabra forma parte de mi vocabulario, pero sinceramente no me siento orgullosa de pensarla y mucho menos de expresarme con ella. ¿Saben qué es la hueva? Hueva es tener noventa años y sentirse cansado después de comer o tener pereza para levantarse, no por falta de ganas sino de fuerzas.

¿Qué nos causa tanta hueva? Ver a nuestra familia, hacer planes con nuestros amigos o quizá cumplir nuestras obligaciones. Puede ser que sentimos hueva ante cualquier actividad que nos aleje de nuestra zona de confort actual como por ejemplo el acto de dar desinteresadamente. Y profundizando un poco, chance es la expresión ante nuestra incapacidad de estar a la par con un acto o actividad superior a nosotros, como lo hacemos al negarnos en aprender algo nuevo, aceptar nuestros errores, cambiar, o ampliar nuestra conciencia ante nuestras acciones.

Confieso que cada vez que "echo la hueva", me siento culpable de no aprovechar el valioso tiempo de mi vida. Cabe mencionar que "echar la hueva" es muy diferente a descansar. Creo que descansar es algo esencial para nuestra salud, en especial mental y es un concepto entendible que no se ha corrompido del todo. En cambio, "echar la hueva" implica esforzarse "a medias", no potencializarse al máximo y renunciar ante un crecimiento personal. Cada minuto puedes convertirte en una mejor persona de la que fuiste en el minuto anterior, ya sea recogiendo tu mesa, esforzándote en escuchar a la persona que está en frente de ti, o leyendo un artículo de información valiosa en vez de dar por hecho las cosas.

Deseo exterminar ese concepto, o mejor dicho, esa idea burda de subestimar nuestro día a día. Dejar de ofender a las personas por nuestra hueva o desinterés por el respeto mutuo, el camino que nos evita ser sinceros. Quiero abolir el enunciado que constantemente justifica nuestra inacción, indiferencia y apatía.


Escrito por Lyann Jafif Nahmias