lunes, 13 de junio de 2016

Life @ TEC

Amo sentir la brisa acariciar mi cara, que me despierte, me refresque y me relaje. Que el agua fluya por mi garganta sintiendo el regocijo en mis labios, mi lengua; sentir que toca mi estómago y me acaricia, arropándome para comenzar mi día.

Abro los ojos y veo a muchos con frío, evitando ser despertados por los vientos escalofriantes, sin saber que estos son el despertador de nuestros días, aquel que también despierta al gallo que canta antes de que salga el sol. Varios tienen grandes aparatos en sus oídos alejándose de los sonidos de la mañana. Pájaros, tráfico, pasos en el suelo, aviones, y hasta grillos.

Cierro los ojos y respiro, al igual que el agua, fluye, a diferencia que es en mis narices, mi pecho. En mi piel, se siente el aire frío pero al respirar, increíblemente es cálido y relaja mi ser. Cada inhalación es una exaltación para mi alma y mi cuerpo. De hecho, mi olfato es puro a esta hora, sin preocupaciones, estrés ni sufrimiento, es como si comenzara en blanco otro día, una oportunidad más.

A lo lejos, más allá de los edificios, de los árboles, si tan solo levanto un poco mi frente, me encuentro con el horizonte, con colores indescriptibles y diferentes cada día, pero todos ellos se asemejan a esa energía que nos permite la vida en la Tierra, esa que nos calienta cada vez más durante el transcurso del día... Pero esa es otra experiencia.

Es como si fuera cada mañana un ceremonia de iniciación, en donde mis sentidos comienzan a cobrar sentido. Y despierto.

Escrito por Lyann Jafif Nahmias

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